jueves, 23 de enero de 2014

La banda en casa!

Banda de Fallera Mayor 2014 de
Mari Carmen Montes
Imagen: Mari Carmen Montes
Qué cierto es eso de 'deja que pasen unos días y asimilarás todo lo ocurrido'. 18 de enero. 18 de enero. 18 de enero. 18 de enero... La verdad es que no necesitaba repetir tantas veces esa fecha para que nunca se pueda borrar de mi mente. El 18 de enero de 2014 está ya grabado en mi historia. 

No sé muy bien por dónde empezar a contar lo que viví ese día. Un día intenso y repleto de momentos únicos e irrepetibles que estarán siempre en mi retina y que tenía la necesidad de dejar escritos para, en primer lugar, agradecer a todos aquellos que los hicieron posible, y también para evitar que el paso del tiempo erosionáse alguno de ellos. 

Pero ¿qué sería de una presentación sin las semanas previas de preparativos con ese estado de nervios descontrolado? Nada, créanme que no sería nada. Si en parte es tan bonito es por ver como el esfuerzo de los que te quieren ve su recompensa al observar tu cara de felicidad, tus lágrimas de emoción y tu estado inquieto, más de lo normal. 
Como quien no quiere la cosa llegó la segunda semana de enero. Apenas diez días antes de una fecha muy señalada en el calendario fallero de Acacias Picayo. Y la menda seguía sin tener su traje a punto. Un 'no te preocupes' de Bárbara fue suficiente para saber que iba a poder lucir mis mejores galas el día de mi presentación. No sé cómo explicar la sensación de descanso al colgar en el perchero tu traje nuevo, dejar tus zapatos, tus peinetas, tu aderezo, medias, pololos, ahuecador... y decir 'ya lo tengo todo'. A partir de ese momento parte de tus nervios se transforman en tranquilidad, y la otra parte van acrecentándose por segundos. 

Quienes bien me conocen saben de mi afición por arreglar armarios cuando estoy nerviosa o algo me preocupa. Créanme si les digo que la semana pasada los arreglé un par de veces si no tres. Finalmente, con todo preparado me fui a dormir la noche del 17, después de haber lavado suelos, limpiado el polvo, fregado los platos y cubiertos de la cena y un sinfín de tareas que con el cansancio acumulado y en circunstancias normales, hubiese dejado para otro momento. 

Y llegó el sábado y mis ojos se abrieron sin necesidad de despertador. Aunque al poco rato sonasen las dos o tres alarmas programadas para evitar llegar tarde a la peluquera. Me di cuenta, nada más despertarme, que el cielo no tenía pinta de estar muy claro. Pero me daba igual. Llevaba una semana concienciándome de que por mucho que lloviese, mi día no me lo estropeaba nadie ni nada. Con paraguas en una mano, y trastos falleros en la otra, nos fuimos camino a que pusieran orden en nuestros cabellos y ya de paso diesen una mano reparadora a mi cara, de esas que hacen parecer al instante que hayas dormido tus ocho horitas recomendadas. 

¡Perdonen! Que aún no les había introducido a mi 'compi' de batallas del día, bueno, y del año entero. Ainhoa es esa personita que me acompaña en todos los actos como máxima representante infantil de Acacias Picayo. 








Mientras nos ponían guapas salió el Sol, se volvió a nublar, empezó a llover, a caer una buena... Pero eso era ya lo de menos. A la pregunta '¿estás nerviosa?' creo que respondí unas cuantas veces que no, mientras que mi sonrisa y mis tembleques delataban todo lo contrario. ¿Cómo no vas a estar nerviosa cuando llega uno de esos días que la mayoría de falleras esperan?

Desde la calle Sagunto, corriendo bajo el paraguas para coger el autobús de vuelta a casa. Al llegar, un ramo en la puerta de mis infantiles, Jorge y Ainhoa. Bajar rápido con tus padres a comer a casa de tus tíos. Sentarte a la mesa y comprobar que no te entraba ni una cucharada de ensaladilla. Subir a vestirse y ¡sorpresa! Al salir por el patio casi me da un vuelco el corazón al ver como habían desaparecido todas las nubes y brillaba el Sol. Suena a cursi, pero no podía parar de sonreír al ver esa imagen y pensar en que, por suerte, podríamos llevar a cabo nuestro tradicional pasacalles para recoger a las Falleras Mayores e ir hasta Jesuitas. Y además, este año, era a mí a la que recogían. 








Pasar percheros a casa de tu tío, vecino, amigo, mantendor... No piensen que repartí percheros por toda la finca, que todos los anteriores se unen en una misma persona, Miguel Ángel. Ya allí empecé a vestirme de valenciana delante del foco de la cámara de video de mi padre y la de fotos de mi primo Edgar. Ambos atentos para inmortalizar cada segundo que pasaba. Era reconfortante ver las caras de mis familiares, los que pudieron subir, mientras me vestía. Me tranquilizaban a la par que me echaban flores. ¿Qué van a decir de mí mi familia? 

Debo confesar que en ese momento, mientras me ponían el ahuecador, la falda... era yo la que estaba tranquila, la que tuve que decir a mi madre que yo me acababa de abrochar el corpiño. Una vez estuvieron todos los complementos puestos, llegó el momento de las fotos. Y casi a las tres de la tarde, mientras los rayos de sol se colaban a través de las cortinas, escuché el pasodoble 'Amparito Roca', el mismo que me despierta cada mañana y el mismo que tocan los músicos para empezar cualquier acto. Ahí fue cuando se me empezó a acelerar el corazón.



Poco más de diez minutos después, cuando solo quedábamos Edgar y yo, y la cámara, volví a escuchar la música y un 'baixa ja!' que aún consigue acelarme las pulsaciones a día de hoy. En ese momento supe que estaban todos bajo. Me di cuenta que yo era una de las protagonistas del día. Que después de tantos años bajando pronto al casal, recogiendo a nuestras Falleras Mayores, este era el mío. Era mi momento. Desde el rellano del primer piso ya empezaron a temblarme las piernas. Respiré hondo dos veces y mientras terminaba de bajar el último escalón empezaron a sonar los compases de otro pasodoble muy nuestro, 'Valencia'. Al atravesar la puerta, las notas musicales se mezclaron con el sonido de la traca y los aplausos de la gente. Si hasta el momento creo que más o menos he descrito bien mis sentimientos, debo confesarles que no sé si lo haré igual de bien al describir la sensación que tuve cuando vi a los falleros esperando y aplaudiéndome. No hay mejor homenaje, al menos desde mi punto de vista, que el ver allí a la gente a la cuál debes todo lo que tienes en este año único. Conseguí no llorar para evitar que las lágrimas me impidieran ver a todos los que allí estaban. Fotos, más fotos y una gran sonrisa. Esa que muchos dicen que me caracteriza. 



Siguieron las fotos con María, Fallera Mayor de 2013, Jose, mi presidente, los besos y las felicitaciones de muchas personas que quisieron compartir ese genial momento conmigo. Y llegó el momento de seguir con el pasacalles. No puedo pasar por alto ese instante en que seguía sonando la música y pasamos por el pasillo que habían formado los músicos de la Xaranga l'Askampà de Foios, esos que hace mucho tiempo pasaron a llamarse 'mis amigos'. 

Lógicos fueron los comentarios sobre cómo brillaba el Sol y el calor que hacía después de lo negro que estaba el cielo cuando recibió a la mañana de ese inolvidable 18 de enero. Cada paso que daba me servía para tranquilizarme un poco. Ahora, debo confesarles, aunque no quede muy fino, que me sirvió y mucho para relajarme coger la maza del bombo y darle como una posesa. Esos minutos previos al inicio de la presentación con los músicos fueron una especie de infusión tranquilizante (genials com sempre!).



Debo reconocer que todos los años el acto de la presentación se me hace un poco larguito. Pero este, como es lógico, pasó volando. A la velocidad de la luz discurrió el desfile de las Cortes de Honor. Y nos plantamos en nuestro momento. En el de Ainhoa, radiante, de color blanco. En el mío. Cuánto me alegró que llegasen antes de tiempo las princesas de la Federación Benicalap Campanar. Sus palabras me ayudaron a coger aire en ese momento en que vas a escuchar tu nombre. Con voz temblorosa mi prima Vanesa fue la encargada de nombrarme, de hacerme sentir especial durante unos minutos. Solo diré que respiré hondo dos veces para poder ser consciente de lo que en aquel salón iba a ocurrir. 

Ver a tu hermano llevarte la banda, a tu tío el ramo...fue otro momento especial de la tarde. Tanta historia fallera en esas dos personas que se encargaron de hacerme sentir reina por un día. Fue especial notar la banda de Fallera Mayor sobre mi hombro, la Joia de mi comisión, el ramo...pero inigualable el estar sentada en ese precioso trono. Desde ahí arriba, créanme que se ve todo de otra forma. 




Después de recibir en el escenario a nuestra Federación y a las fallas invitadas, como inciso en el transcurso habitual de nuestra presentación, llegó el momento de los mantenedores. Seguía con mi empeño de no llorar, de no perderme ni un solo momento. Pero no pude evitarlo al ver como caían las lágrimas por la cara de Ainhoa. Por esa pequeña emocionada al esuchar las palabras de su tía Mari Luz y de su prima Paola. Justo después llegó el turno de mi mantenedor. Para mí no era sorpresa, sabía perfectamente que Miguel Ángel iba a ser el encargado de desempeñar dicha función. Pero no esperaba que las palabras 'pelofino, prima, festera...' y muchas otras, quedaran tan bien dentro de un discurso de esas características. La música, el periodismo, las Fallas, la pilota valenciana... fueron los pilares básicos de esas palabras, los mismos pilares que sustentan mi vida. 

Y así, poco a poco, se llegó al final de un acto protocolario a la par que familiar. Un acto que ya tiene un lugar guardado en mi memoria y en mi libro de sentimientos falleros. Solo me queda dar las gracias a todas y cada una de las personas que han hecho posible que hoy, mientras escribo esto, pueda ver con una felicidad inmensa mi banda de Fallera Mayor en casa. 


Mari Carmen Montes
@mcmontesb

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