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Vista desde el avión hacia Heathrow, Londres Imagen: Mari Carmen Montes |
Shrewsbury. Esa era la ciudad en la que me encontraba el 3 de julio de 2006. Muy cerquita de la frontera entre Inglaterra y Gales. Allí iba a pasar un mes entero estudiando inglés, conociendo gente y visitando lugares 'maravillosamente verdes' y muy cuidados -y por otra parte, experimentando la única forma viable de aprender un idioma, a pesar de los muchos años que estudiemos aquí inglés en las escuelas-.
Llegué a esta encantadora mini ciudad el domingo 2 y ese lunes 3 de julio fue mi primer día de clase. La familia con la que iba a convivir durante un mes pasó a ser una especie de segunda familia. En apenas unas horas Ray, Martha y Heather se habían convertido en una parte fundamental de ese viaje. Pues bien, al volver ese lunes a 'mi casa', el padre de la familia, Ray, me llamó para que fuese corriendo a la cocina a la voz de "está saliendo tu ciudad por la televisión". Pero su tono de voz no era alegre, más bien todo lo contrario.
No puedo evitar que se me ponga la carne de gallina al recordar como recorrí los pasos que separaban la puerta de entrada de la puerta de la cocina. Y ahí vi, en primer plano, el cartel de la estación de Jesús. No eran buenas noticias, en absoluto. 43 personas perdieron la vida; otras 47 sufren aún hoy secuelas de aquel inolvidable accidente. ¿Responsables? Ninguno. Del que fue el mayor accidente de metro en la historia de España no se ha indicado ningún responsable. Pasado el medio día de aquel 3 de julio, el metro se dirigía desde Valencia hasta Torrent, pero descarriló en la curva de la línea 1, entre las estaciones de Plaza de España con Jesús. Alrededor de 200 personas iban dentro, a una velocidad superior a los 80 kilómetros por hora, el doble de lo que estaba permitido en ese tramo. No entraré en como esas 43 personas perdieron su vida. No es necesario causar más dolor.