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Que todo no se puede comprar con dinero, está comprobado. Que los abrazos, los besos, las sonrisas, el cariño de los tuyos... no se puede pagar con dinero, también. Que el dinero no da la felicidad, no lo tengo yo tan claro. Pueden llamarme materialista, insensible, pesetera ('eurera', por adaptarlo a nuestra moneda, suena francamente mal). Pero lo cierto es que se me ocurren mil y una maneras de gastar dinero -con cabeza- y ser feliz, muy feliz.
¿Quién no sueña con viajes, con conocer más mundo? Reformar una casa, comprar ropa, zapatos, ordenadores, cámaras de fotos, cenas, escapadas... No me fastidien. No me digan que alguna vez no han soñado con poder hacer todo eso sin preocuparse por la si la tarjeta de crédito hará sonar la alarma de la tienda en caso de no tener dinero suficiente. Vale, esto de la alarma es un poco exagerado. Pero lo han pensado, ¿verdad?
Constantemente nos estamos gastando el dinero. Y cuando el recurso es escaso, hay que tener un plan estratégico previamente elaborado. Todos los días, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, estamos gastando dinero. Ayer mismo, para ir a clase, tuve que recargar el bono del autobús de la EMT. 8€ -y sin parar de subir el precio-. Después de las clases de la mañana, a comprar la comida al supermercado, 4 euros más. Doce euros en un día y sin hacer nada del otro mundo.
Dependemos absolutamente de esas monedas y billetes que nos están causando tantos quebraderos de cabeza. Que les pregunten a todas aquellas personas que, desgraciadamente, no pueden llegar a fin de mes. Que les pregunten a aquellos que no pueden llevar a sus hijos pequeños de vacaciones o peor aún, que les pregunten a aquellos que tienen que ir a casas de la caridad a que les den alimentos para no tener que acostarse con el estómago vacío. ¿No les daría a ellos felicidad tener un sustento económico?
La solvencia económica ayuda, en todos los casos, a dejar a un lado ciertas preocupaciones, a olvidarse del estrés. Si se aprende a disfrutar del dinero, éste da la felicidad. Si por el contrario, lo convertimos en lo único importante en la vida, puede ser nuestra peor maldición.
Me acuerdo ahora de una 'leyenda' que me contaron de pequeña. La haré corta, muy corta para no cansarles. Cuentan que existió una vez un rey de Frigia llamado Midas. Lo cierto es que ni me acuerdo del año en que reinó -y aunque podría buscarlo en la Wikipedia, no es un dato relevante en estos momentos-. Lo que sí que recuerdo es que era un rey muy ambicioso y muy rico, pero pensaba que toda su felicidad se la proporcionaba el oro que poseía. Un día se encontró con el Dios de la celebración, Dionisio, que le concedió un deseo. Sin pensarlo dos veces pidió 'que todo lo que tocara se convirtiera en oro'. Desde ese momento, su plegaria se volvió en su contra. Midas convertía todo en oro y esto le hacía feliz hasta que, involuntariamente, tocó a su hija y a su mascota. El oro ya no era tan importante.
No hace falta que os cuente el final de este mito. Simplemente lo he utilizado para que no penséis que el dinero es para mí lo más importante. Sé perfectamente que no es lo único, afortunadamente, que tenemos. Pero que ayudar, ayuda y mucho. El propio Woody Allen -que de billetes, créanme que entiende- afirmó que "el dinero no da la felicidad, pero produce una sensación tan parecida que sólo un auténtico especialista podría reconocer la diferencia".
Ya estoy pensando en un destino paradisíaco, en una playa de ensueño...ese podría ser mi próximo viaje.
- ¿Me lo pagan?
¿Quién no sueña con viajes, con conocer más mundo? Reformar una casa, comprar ropa, zapatos, ordenadores, cámaras de fotos, cenas, escapadas... No me fastidien. No me digan que alguna vez no han soñado con poder hacer todo eso sin preocuparse por la si la tarjeta de crédito hará sonar la alarma de la tienda en caso de no tener dinero suficiente. Vale, esto de la alarma es un poco exagerado. Pero lo han pensado, ¿verdad?
Constantemente nos estamos gastando el dinero. Y cuando el recurso es escaso, hay que tener un plan estratégico previamente elaborado. Todos los días, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, estamos gastando dinero. Ayer mismo, para ir a clase, tuve que recargar el bono del autobús de la EMT. 8€ -y sin parar de subir el precio-. Después de las clases de la mañana, a comprar la comida al supermercado, 4 euros más. Doce euros en un día y sin hacer nada del otro mundo.
Dependemos absolutamente de esas monedas y billetes que nos están causando tantos quebraderos de cabeza. Que les pregunten a todas aquellas personas que, desgraciadamente, no pueden llegar a fin de mes. Que les pregunten a aquellos que no pueden llevar a sus hijos pequeños de vacaciones o peor aún, que les pregunten a aquellos que tienen que ir a casas de la caridad a que les den alimentos para no tener que acostarse con el estómago vacío. ¿No les daría a ellos felicidad tener un sustento económico?
La solvencia económica ayuda, en todos los casos, a dejar a un lado ciertas preocupaciones, a olvidarse del estrés. Si se aprende a disfrutar del dinero, éste da la felicidad. Si por el contrario, lo convertimos en lo único importante en la vida, puede ser nuestra peor maldición.
Imagen: www.taringa.net |
No hace falta que os cuente el final de este mito. Simplemente lo he utilizado para que no penséis que el dinero es para mí lo más importante. Sé perfectamente que no es lo único, afortunadamente, que tenemos. Pero que ayudar, ayuda y mucho. El propio Woody Allen -que de billetes, créanme que entiende- afirmó que "el dinero no da la felicidad, pero produce una sensación tan parecida que sólo un auténtico especialista podría reconocer la diferencia".
Ya estoy pensando en un destino paradisíaco, en una playa de ensueño...ese podría ser mi próximo viaje.
Playa Navagio, isla Zakynthos (Grecia) |
- ¿Me lo pagan?
Mari Carmen Montes
@mcmontesb
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