Hacía tiempo que no me pasaba por aquí para escribir, concretamente desde el viernes 28 de diciembre. Mucho tiempo. Demasiado tiempo.
Pero es que a veces ese tiempo nos sobra, otras nos falta y otras, simplemente no sabemos apreciarlo y aprovecharlo al máximo. Y aprovecharlo no consiste en llevar a cabo una actividad tras otra. Aprovecharlo significa hacer lo que creamos más oportuno en cada momento. Ahí está la esencia.
No nacemos con una personalidad estática, fija, para siempre. El día a día nos moldea y nos hace ver las cosas de una forma u otra. Todo cambia. Todo pasa. La gente no deja de sorprenderte. Y eso es, en cierto modo, lo bonito de nuestra fugaz existencia. Es genial que alguien te sorprenda positivamente. Te da alegría, te da fuerza, te hace un poco más feliz. Es genial, también, que alguien te sorprenda para mal. Te hace -o te debería hacer- tomar la decisión de apartar a esa persona de tu lado.
Nunca he sido de leer best sellers en el momento de su máxima explosión. Llámenme rara, pero no me gusta eso de seguir la corriente, como si de borreguitos se tratase. En el caso de esta obra de Eloy Moreno, fue diferente. La persona que me lo recomendó (fueron muchas, todo hay que decirlo) merece toda mi confianza. Y cuando me dijo 'es genial, te lo pasaré en cuanto lo termine', supe que tenía que hacerme con un ejemplar en cuanto pudiese.
Cierto es que mi sueldo de estudiante de periodismo -es decir, cero euros- no me permite gastar alrededor de 20€ en cada libro que me gustaría comprar y que sé que en un par de días termino. Sí que les digo que sería la persona más feliz del mundo configurando mi biblioteca personal, todo llegará. Así que, aprovechando una de las ventajas de las bibliotecas públicas, lo cogí prestado.
Un par de noches lo dejé en la mesilla de mi cuarto. A la tercera fue la vencida y empecé por la contraportada. Me quedé, sin duda con unas frases:
"Personas que a pesar de estar vivas se sienten muertas"
Seguro que en algún momento de nuestras vidas nos hemos sentido así. Pondría la mano en el fuego -y a diferencia de políticos que la ponen por compañeros corruptos y dicen que no se queman- yo sí que no me quemaría al afirmar que son cientos, miles, las personas que pueden identificarse con esa frase. Una frase que he colgado en el típico tablón de corcho adolescente. Desde el día que la leí, no hay mañana que me levante y que no dirija los ojos hacia mi tablón. La leo, pienso y sonrío. Hoy me como el mundo.
La puñetera crisis -por no escribir palabras demasiado malsonantes- está haciendo que no podamos disfrutar de nuestras horas, minutos, segundos libres. Disponemos de poco tiempo para disfrutar de los nuestros, para hacer los que nos apetezca, para no hacer nada... Y para más inri, cuando tenemos algo de ese valioso tiempo, a la cabeza solo nos vienen pensamientos con este dichoso simbolito: €
Por desgracia, la gente pasa su tiempo pensando que dentro de quince años dejarán de pagar hipoteca; que en tan solo cuatro años ya no pagarán la letra del coche; que en ocho años podrán permitirse el viaje que tanto desean... Señores, dentro de quince años no seremos los mismos. Es más, nadie nos asegura tampoco que vayamos a estar aquí.
Es difícil intentar escribir unas líneas y querer que quien las lea disfrute más de su vida, haga de cada segundo un momento especial, único, de esos que no volverán nunca. Pero créanme, si se cree que algo es posible, puede que nunca lleguemos a obtenerlo, pero al menos habremos hecho todo lo posible por conseguirlo. Si desde el inicio ya ponemos obstáculos a nuestros propios pensamientos, vale la pena que nos encerremos en los 445 metros cuadrados que nos propone Eloy Moreno (pequeño paréntesis: les recomiendo la lectura de su obra, sé que en cuanto pueda ese libro se vendra a vivir a mis estanterías).
Ayer pensé que la suerte no existe. Que es para los cobardes, una forma de excusarse para aquellos que no se fijan metas. Y por la tarde me tocaron unas entradas para ver un partido de baloncesto. ¿Suerte? Llámenlo como quieran. Si no hubiera participado en el concurso, ni suerte, ni leches.
Yo no me compraré un bolígrafo de gel verde como el de la novela. No por nada, pero no me veo escribiendo con ese color. Eso sí, tengo miles de bolis, por cada esquina de casa, y solo diré una cosa:
MI HISTORIA LA ESCRIBO YO Y NO EL TIEMPO
Mari Carmen Montes
@mcmontesb
Bonito comentario, me fijé en el libro y no lo compré pero me voy a hacer con él. También recomiendo a Momo, de Michael Ende, con cualquier edad, para evitar esos hombres grises que nos roban nuestro tiempo!!!!!
ResponderEliminarAunque no sepa bien a quién me dirijo, estoy segura de que te gustará. Es un libro que, como dije, puede adaptarse a mil y una historias y personas. Muchísimas gracias por la recomendación, sin duda, la anoto en mi lista de 'libros pendientes'. Un saludo y gracias también por dedicarle a mis palabras un poco de tu valioso tiempo.
EliminarMari Carmen.