Malditos brotes verdes. Lo único que brota en nuestro país son chorizos. Siempre he escuchado decir que no hay nada peor que un cuerpo de seguridad corrupto. Pues bien, después de ver que en España hay un alto número de políticos corruptos, permítanme que dude de la primera afirmación.
No quiero cargar mis palabras de odio, pero va a ser inevitable que se pueda apreciar mi indignación. Tengo 22 años, este curso termino mi carrera de periodismo y hace unas semanas me registré en una página web para trabajar como Au pair en algún país de la Unión Europea. No es que no me haga ilusión trabajar durante un tiempo en un país que no es el mío, cuidando a los hijos de algún matrimonio al que no conozca. Sé que es una oportunidad de adentrarse en una cultura diferente a la propia, de volver a experimentar lo que significa estar muy lejos de los tuyos, y en esta ocasión no sería un mes durante el verano para aprender un idioma. Pero, ¡maldita sea! Una cosa es que quiera hacerlo por voluntad propia. Otra cosa es que tu país funcione tan mal que no veas otra escapatoria.
Trabajar de periodista, crudo, muy crudo. Y me da lástima y rabia. Lástima porque desde que tuve 8 años decidí que esto era lo mío. Que quería escribir, que quería contar cosas, que quería ayudar a los demás a saber un poco más del mundo que nos rodea. Y, hoy por hoy, parece que nos están cortando las alas. No solo a los periodistas jóvenes, a los que llegamos nuevos a este mundo. También a aquellos que llevan años trabajando en este complicado mercado y ahora quieren cerrarles la boca. ¿Saben? Yo soy de las que siguen confiando en eso de que 'el periodismo es el cuarto poder'. Pero lamentablemente, los otros poderes están podridos.